Estás cocinando un magnífico solomillo y te surge una duda trascendental, una duda sobre algo que podría arruinar o ensalzar tu plato de carne: ¿cuándo hay que echar la sal a la carne? ¿Cómo, cuánta y de qué tipo? No te querrás cargar un producto de alta calidad como éste por haberlo sazonado mal, ¿verdad? Sigue leyendo y encontrarás la respuesta para que esto no ocurra.
En la actualidad, las autoridades sanitarias recomiendan un consumo de 2 gramos de sodio, como máximo, que son equivalentes a 5 gramos de sal al día. Sabemos que la sal hay que tomarla con moderación. Pero si somos comedidos en su consumo, puede tener incluso efectos beneficiosos sobre el organismo. De hecho, el sodio que contiene la sal actúa sobre algunas funciones metabólicas que son necesarias para la correcta actividad de nuestro cuerpo, como por ejemplo el mantenimiento de los líquidos corporales y la transmisión de impulsos nerviosos.
No tengas miedo de aderezar tus elaboraciones con sal, siempre que lo hagas de forma razonable y en su justa medida. Una recomendación: cuando cocines y vayas a darle el punto justo de sal a tu plato, fíjate en si has utilizado ya algún producto que la tuviera y evita el consumo de otros productos con sal añadida. Y un segundo consejo: puedes acompañar tus elaboraciones con hierbas aromáticas y especias, con lo que aportarás sabor y necesitarás menos sal.
El momento idóneo para sazonar tus preparaciones con productos cárnicos dependerá de la forma de cocinarlos. Por otra parte, es preferible utilizar sal gruesa, mejor que sal fina, ya que ésta se somete a un proceso en el que pierde algunos de sus nutrientes. La sal gruesa lleva menos procesado y tiene un sabor más fiel e intenso, lo que permite además reducir la cantidad añadida.
Pero volvamos a ese momento clave de tu cocinado. ¿Cuándo echar la sal a tu carne guisada, a la plancha, a la brasa o en crudo?